¿Qué ocurre cuando un autor decide dejar de lado las formas, las normas y las expectativas del lector? Claudi Rodríguez Muñoz ha escrito Divagaciones a cascoporro como quien lanza un grito, una serie de fogonazos de conciencia que no buscan agradar ni ordenar, sino sacudir. Este libro es más que una colección de textos: es una declaración de intenciones, un ejercicio de libertad radical.
A través de fragmentos, poemas, reflexiones y ráfagas de ironía, el autor construye una obra que desborda cualquier intento de clasificación. No se trata de narrativa ni de ensayo, ni de poesía en su forma tradicional. Se trata de un lenguaje vivo, que se arriesga y se contradice, que pulsa y se repliega. Una obra que puede hacerte reír, incomodarte o simplemente acompañarte desde un lugar honesto y visceral.
Estas son las 15 preguntas que preparamos para conocer más sobre su proceso y visión:
- ¿Cómo nació la idea de Divagaciones a cascoporro?
Estaba flirteando al mismo tiempo con unas tiras cómicas, con un buen puñado de poemas y con una obra en verso difícil de catalogar. En medio de tanto trajín, me surgió la necesidad de aparcar la ficción a un lado. Necesitaba relajarme un poco, soltar todo el lastre y hablar de mis cosas. Puede parecer una estupidez enorme iniciar un proyecto nuevo cuando estás con otros tres a la vez, pero la vida no tiene ningún sentido y, en ocasiones, las decisiones impulsivas más estúpidas pueden llegar a ser las más acertadas.
- ¿El título fue lo primero que apareció o vino después del contenido?
Muchos proyectos en los que me embarco parten de un título que se me viene a la cabeza y me gusta, sin más. Luego trato de ingeniármelas para darle sentido y llevarlo a cabo. Otras veces no es así, obviamente.
Echando la vista atrás, me cuesta recordar si éste es uno de ellos. Para cerciorarme, he tenido que mirar en la agenda del año pasado, que fue cuando lo comencé (concretamente el cinco de junio de 2024). Muchas veces empiezo algo y le pongo un nombre en clave. En el caso de mi primera novela, el nombre era “Proyecto Kroto”, y al final se acabó llamando Matavacas. Pero en este caso, parece ser que el bautizo y el parto surgieron a la vez. No es de extrañar, ya que era plenamente consciente de que estaba divagando todo el tiempo. Sí que recuerdo debatirme entre la palabra “cascoporro” y el término “a cholón”. Lo primero sonaba más “mortadelero”, así que no tuve otra elección.
- ¿Sientes que este libro te representa como autor?
No creo que vaya a escribir muchos libros como éste. Sin embargo, no deja de ser un reflejo de lo que soy yo ahora mismo. Quizá me representa más como persona que como autor, no sé si me explico. Es cierto que hay una parte creativa detrás, con mis momentos cómicos, mis idas de olla y tal, pero hay un “yo” aquí que probablemente no se podrá ver en ninguna obra de ficción posterior. Creo que Divagaciones a cascoporro será una peculiaridad dentro de mi carrera como escritor, aunque eso no significa que no me represente como autor.
- ¿Qué lugar ocupa la improvisación en tu escritura?
Arriba del todo, en el podio. Da igual que yo tenga una idea en la cabeza y me ponga a hacer croquis en una libreta. Dependiendo de cómo tenga el día, la historia irá por un lado o por otro. En “Divagaciones”, mi proceso habitual ha sido plantear un tema e improvisar. Cuando creo que ya he dicho todo lo que tenía que decir, pongo punto y paso al siguiente capítulo.
También debo decir que depende mucho del proyecto en sí. Me gusta mucho planificar las cosas cuando considero que es necesario y me ciño al plan si no me queda otra, pero soy muy travieso y me gusta sabotearme y ponerme a prueba siempre que puedo.
- ¿Tu estilo responde más a una necesidad expresiva o a una decisión estética?
En textos más impulsivos, como en este caso, creo que prima más lo primero. La estética siempre la tengo en cuenta, pero suele ser más primordial en mis poemas o en algunos relatos que espero poder publicar en un futuro.
- ¿Qué lecturas fueron fundamentales durante la creación del libro?
Me vas a hacer mirar la agenda otra vez… ¡Con la memoria que tengo no me queda otra!
Bueno, parece ser que la última novela que me leí antes de comenzar esta locura fue otra locura llamada Vicios Ancestrales, de Tom Sharpe. En los tiempos que corren esta maravilla estaría canceladísima, así que la recomiendo encarecidamente.
Un mes antes fui a la Cómic Barcelona (lo que anteriormente se conocía como Salón del Cómic de Barcelona) y estuve leyendo mucho Lobo, Sturmtruppen y cosas más de aquí como Superlópez, concretamente La Gran Superproducción. ¡Obra maestra!
En los tiempos que corren, retomé a principios de este año El Quijote, que lo aparqué hace unos años al inicio de la segunda parte. Hace cosa de dos meses lo volví a aparcar porque soy imbécil, pero lo retomaré cuando deje de serlo algún día de estos.
En cuanto a influencia principal, tengo que mencionar a Charles Bukowski, Henry Miller y Terry Pratchett. Del primero me ha marcado la prosa, mayormente. No me he adentrado demasiado en su poesía. De Miller se habla poco de lo mucho que se andaba por las ramas. Cuando descubrí que eso se podía hacer me vine arriba, como habréis notado mis lectores. Y del último, ese humor tan absurdo, tan fantástico y tan británico. He empezado hablando de un británico y termino con otro. ¡Cómo me gusta cerrar el círculo!
- ¿Hay algún texto que hayas dudado en incluir?
Comencé a escribir un texto sobre mi barrio, pero me estaba quedando muy serio y no me gustaba nada. Lo bueno de escribir en estas circunstancias es que, cuando una idea no te convence, puedes desecharla cuando quieras y pensar en otra cosa.
También he estado a punto de descartar el capítulo quince. Se me pasó por la mente la absurda imagen de un sacerdote cocainómano y un par de camaleones jugando al remigio dentro del ano de un ciervo demoníaco. Por algún motivo traté de darle sentido a esa tontería, y de ahí saqué un capítulo extrañísimo en el que busco un razonamiento lógico a esto. No creas que es fácil, pero me lo pasé bastante bien, la verdad.
Pensé que el lector más corriente rechazaría esta clase de humor, así que se lo comenté a mi madre. Ella me pidió que no lo quitase, que le parecía bien, así que no lo hice. Si mi madre lo puede soportar, vosotros también.
- ¿Cómo defines el tono del libro: rabia, ternura, ironía?
Creo que es un tono muy variable. Puedo empezar escribiendo con rabia para desahogarme un rato y en mitad del sermón acabo metiendo un chiste y me dejo llevar por la comedia. No me gusta ser ñoño, pero a veces caigo porque, yo que sé, soy un ser humano y tengo sentimientos, supongo. No soy de los que se tiran horas viendo videos de gatitos en Tiktok, pero reconozco que son bastante achuchables.
En un libro como este, no es conveniente mantener el mismo tono todo el rato. El propio concepto del libro te obliga a ir variando. Eso hace que resulte muy ameno de leer (o eso quiero pensar).
- ¿Qué te gustaría que sintiera el lector después de leerlo?
Este es un libro que invita a la reflexión y a la evasión al mismo tiempo. Curioso, ¿verdad? Pensar y dejar de pensar. Sentir que estás descansando un rato con una lectura entretenida, que a veces te divierte, a veces te enfurece, te puede llegar a emocionar en algún momento…
No creo que sea una montaña rusa de sentimientos y emociones, pero tiene un poco de todo. Cuando le doy caña a Renfe te cabreas porque sabes lo frustrante que resulta ir en tren a trabajar, pero también te ríes, porque planteo una situación ridícula en la que un terrorista no puede poner una bomba porque Renfe va tan mal que se lo impiden. Cuando te hablo de la chica del cajero, esa deidad que nos ha afectado emocionalmente con su mera presencia, luego te hablo del culo de las cebras.
Según el capítulo que le toque leerse ese día, el lector se partirá el culo, se enternecerá o se cabreará con el sistema. Es probable que también se sienta confuso ante tal batiburrillo de cosas. El caso es que no se sienta indiferente.
- ¿Qué papel tiene la crítica social en tus textos?
No soy un revolucionario ni tengo intención de sustituir a Pedro Sánchez en las próximas elecciones. Al igual que ocurre con todos los tarados que tenemos boca, tengo la necesidad de escupir algunas flemas que me produce la sociedad actual. Y cuando me pongo intensito y serio tardo poco en relajar un poco el ambiente con un chiste muy malo y sórdido. Creo que no hay mucho más que eso.
- ¿Cuál es el proceso de edición de algo tan libre?
Aunque parezca que el libro es pura aleatoriedad, he tenido que calcular con mesura donde debería poner tal capítulo para que me cuadrasen las ilustraciones. Hay que tener en cuenta que no he ilustrado cualquier cosa. Hay muchos fragmentos que son puro “blablabla” y no dan para que el lector se haga una imagen de la situación en la cabeza. Simplemente no son ilustrables, y es entonces cuando debo poner un poco de orden y cuadrar los capítulos para que haya un número de páginas proporcional entre ilustraciones.
En cuanto a texto, procuro no hablar de temas similares de manera continuada. Escribo un capítulo más bien gracioso e intento que el siguiente sea más reflexivo, que uno vaya de fantasías y el otro del día a día… Todo eso debe gestionarse después. Al ser tan libre puedo moverlos un poco a mi antojo, pero tengo que hacerlo con algo de cabeza.
- ¿Te interesa el riesgo en la literatura?
A nivel creativo es básico arriesgar si no quieres caer en la mediocridad. Y más allá de eso, uno de mis mayores temores es el de escribir algo que me parece original y descubrir después que ya existe algo prácticamente idéntico. en parte por eso y porque me gusta mucho la locura, lo absurdo y cosas así, me suelo decantar por proyectos alocados y que se salen de lo que se podría considerar “normal”. El ejemplo más claro es mi primer libro, Matavacas, donde la trama gira entorno a la búsqueda del sentido en un sinsentido constante.
En cuanto al público, a las redes sociales y todo eso, no le tengo miedo a que me “funen”, como se dice ahora, por soltar un comentario que pueda ser considerado “cancelable”. En una sociedad donde te meten en la cárcel por contar un chiste en Twitter (perdón, “X”) y sin embargo puedas andar a tus anchas por la calle con doscientos delitos por robos y agresiones, que te critiquen es como que te pique un mosquito en verano. Es cierto que te pica un poco, pero se te pasa rápido.
- ¿Has recibido reacciones inesperadas o intensas al compartir el manuscrito?
Lo han leído mi editor y mi madre, y parece ser que a ambos les ha encantado. El primero dijo unas cosas muy bonitas que me inflaron el ego hasta límites obscenos. No, hombre, que es coña. Mi ego tocó techo hace mucho.
Lo de mi madre no lo vi venir. Mi primer libro (que iba dedicado a ella) lo comenzó a leer y le pareció demasiado absurdo. No se lo pudo terminar, lo cual me parece perfecto. Sin embargo, con este se “enganchó”, dicho por ella. Se iba a dormir después de leer y, al día siguiente, estaba deseando retomar la lectura. Le gustó muchísimo y eso me hizo una ilusión tremenda, como podrás imaginar.
- ¿Qué relación tienes con la poesía?
Empecé a tontear con ella en el instituto, cuando se murió mi tortuga. Después me comí una paloma (juro que no soy peruano), y me saqué otra poesía de la manga hablando sobre el tema. La tercera y última que escribí en aquel entonces era en catalán, y hablaba sobre la llegada de un hombre que había ido al infierno tras cometer un infanticidio. Todo esto suena un poco a coña, pero es totalmente cierto. De hecho, me dieron premios y todo. Salí en un periódico y todo. Mi nombre, al menos.
Pasaron los años y aparqué la poesía totalmente. Una década más tarde, más o menos, la retomé y le he vuelto a pillar el gustillo. Mi tercer libro probablemente será un recopilatorio de mis poemas. Algunos son antiguos, pero la mayoría son actuales.
También escribo obras en verso, que no sé muy bien como catalogar porque las planteo como novelas o relatos, pero parecen obras de teatro raras. Cuando me canso de escribir en prosa me voy un rato con el verso y luego vuelvo a la prosa, y así todo el día. Lo sé, estoy hecho un picaflor. Es lo que hay.
- ¿Qué estás escribiendo ahora?
Tengo mil millones de proyectos a medias. El que encabeza la lista es el poemario que he comentado antes. Ahora tardo un poco más en dar por finiquitado mis proyectos porque me he propuesto ilustrarlos todos. Ya que he estudiado dibujo, aprovecho.
Después de éste tengo la primera novela que comencé a escribir y que necesito retomar lo antes posible porque sino no la terminaré nunca. En su momento no estaba capacitado para terminarla, pero creo que ya he ganado la experiencia suficiente para darle “pal pelo” con mucha gracia.
A esto le seguirá seguramente un cómic humorístico basado en mi experiencia laboral en centros culturales y museos, y luego vendrá una cosa rara en verso con payasos, y después un libro de relatos y un largo e interminable etcétera. Espero que hayáis disfrutado de la entrevista. Si os ha gustado (y si no también), comprad mi libro, que por quince euros está muy bien, leñe. Un abrazo.