Durante la pandemia de COVID-19, mientras el mundo entero se detenía, el personal sanitario vivía jornadas sin tregua, enfrentado no solo a una enfermedad desconocida, sino también al miedo, al aislamiento, a la presión de una sociedad en crisis. En ese contexto, la doctora Elisabetta Gentile Carrera decidió escribir.
En el ojo del huracán no es un libro técnico ni un diario al uso. Es el testimonio directo de una médica que, desde la primera línea, fue registrando las emociones, los pensamientos y las contradicciones que atravesaban su día a día. Sus crónicas —breves, precisas, profundamente humanas— no solo documentan lo que ocurrió en los pasillos del hospital, sino que también interpelan a un lector que, como ella, vivió aquellos meses con incertidumbre y desasosiego.
La autora no se limita a narrar. Se pregunta. Se expone. Reflexiona. El resultado es un retrato colectivo, íntimo y valiente de una experiencia que aún estamos intentando comprender.
Con motivo de la publicación del libro, le propusimos a Elisabetta una serie de preguntas que buscan ampliar el diálogo que ya abre en sus páginas. ¿Qué cambió en su mirada después de vivir aquello? ¿Qué aprendimos como sociedad? ¿Qué heridas siguen abiertas?
Sus respuestas, como su libro, no rehúyen lo incómodo ni lo esencial.
¿Qué te inspiró a escribir «En el ojo del Huracán: crónicas de una doctora en la pandemia»?
Lo escribí porque no quería que se olvidara. Porque todo lo que vivimos durante la pandemia no puede quedar solo en recuerdos difusos. Quería que quedara constancia de lo que fuimos, de lo que aguantamos y de cómo, en medio del caos, la humanidad también supo brillar. Fue mi manera de rendir homenaje a todos los que resistimos, cada uno desde su lugar, y también de invitar a la reflexión sobre todo lo que nos marcó.
Pero, más allá de lo colectivo, este libro fue también mi salvavidas. Hubo alguien, Marga, que confió profundamente en mí cuando yo lo había olvidado. Su voz, su fe en mí, me hizo recordar quién era. Ese día dejé todo de lado, abrí el portátil… y volví a escribir. Escribir este libro fue reencontrarme con mi esencia, con la médica y la escritora que soy. Fue volver a mí. Y esta vez, para quedarme.
¿Cómo lograste equilibrar tus roles de doctora y escritora durante la pandemia?
No fue sencillo. Empecé en 2021 y terminé en 2024. La escritura fue un refugio en medio del caos, aunque a veces costaba encontrar el tiempo o la energía. Escribir no fue un lujo, sino una forma de sostenerme emocionalmente mientras vivía todo desde dentro.
¿Hay alguna experiencia particular que te haya marcado más profundamente durante este período?
Sí, recuerdo el caso de un compañero que pertenecía a un grupo de riesgo y que, a pesar de sus comorbilidades, quería volver al quirófano. En su momento, consideré que no era seguro para él, y no autoricé su reincorporación. Más adelante, cuando yo ya no estaba en el hospital, otro profesional —con las mejores intenciones— lo readmitió. A las pocas semanas, acabó ingresado en la UCI en estado muy grave. Afortunadamente, logró salir adelante. Esa experiencia me marcó profundamente: me enseñó el peso de nuestras decisiones y el valor de la vida humana por encima de cualquier vocación
¿Cómo crees que la pandemia ha cambiado la percepción pública de la profesión médica?
Durante la pandemia, la sociedad redescubrió la importancia del personal sanitario. Por un tiempo, fuimos vistos como héroes, aunque la realidad es que solo hicimos nuestro trabajo, en circunstancias extremas. Sin embargo, con el paso del tiempo, ese reconocimiento se fue diluyendo, y muchos volvieron a olvidar el esfuerzo y sacrificio humano que hay detrás de cada bata. Creo que la pandemia nos dio visibilidad, pero también expuso nuestras debilidades como sistema, y el agotamiento que muchos seguimos arrastrando
¿Cuál fue el mayor desafío emocional al escribir este libro?
El mayor desafío emocional fue revivir lo vivido. Escribir este libro implicó volver a sentir la incertidumbre, la angustia de perder pacientes, el miedo a contagiar a mi familia y la impotencia ante lo desconocido. Pero, sobre todo, fue duro poner en palabras aquello que muchas veces no se dice en voz alta: el cansancio emocional, el duelo y la soledad que también vivimos los que cuidamos. Darle forma literaria a esas emociones removió muchas heridas, pero también me ayudó a cerrarlas.
¿Encontraste algún tipo de terapia en el proceso de escritura?
Sin duda. La escritura fue mi refugio, mi forma de sanar. A medida que iba redactando, sentía que cada palabra me ayudaba a ordenar el caos interno. Era como hablar con alguien que me entendía sin juzgar. Me permitió soltar el peso emocional, darle sentido a lo vivido y recuperar mi voz en medio del silencio que muchas veces envuelve a los sanitarios. Escribir este libro fue, para mí, una forma de terapia profunda y liberadora.
¿Qué esperas que los lectores obtengan de tu libro?
Espero que este libro ayude a los lectores a comprender lo que realmente vivimos dentro de los centros sanitarios, más allá de las cifras y titulares. Me gustaría que conectaran con el lado más humano de la pandemia: las emociones, las decisiones difíciles y también los pequeños momentos de esperanza. Deseo que sirva como una reflexión colectiva, para no olvidar lo vivido y valorar más a quienes cuidan de los demás, incluso cuando nadie lo ve.
¿Cuáles son las principales enseñanzas que has aprendido sobre ti misma a lo largo de este proceso?
Durante la escritura de este libro descubrí mi capacidad de resiliencia y fortaleza emocional. Aprendí que puedo sostener a otros incluso cuando yo misma estoy en crisis, que tengo una voz que merece ser escuchada, y que escribir también es una forma de sanar. Este proceso me recordó quién soy y lo que soy capaz de hacer, tanto dentro como fuera de un centro sanitario.
¿Hay algún capítulo o sección del libro que te costó particularmente escribir? ¿Por qué?
Lo más difícil fue empezar. Encontrar las palabras adecuadas para abrir un libro tan personal, con tanta carga emocional, supuso un gran reto. La introducción marcó el inicio de un proceso que removía muchas vivencias, y por eso fue la parte más compleja de escribir
¿Cómo manejas la carga de trabajar en situaciones de vida o muerte y luego transcribirlas en papel?
Trabajar en situaciones de vida o muerte es un desafío constante. Cada día enfrentamos decisiones que marcan la diferencia entre la vida y la muerte, y la carga emocional es enorme. Cuando intento transcribir esas experiencias, la dificultad radica en no dejar que la intensidad de esos momentos me sobrecoja. Escribir me permite externalizar lo vivido, reflexionar sobre ello y, de alguna manera, procesar todo lo que ocurre. Al ponerlo en palabras, consigo encontrar un equilibrio entre el dolor, el miedo y la gratitud por seguir adelante.
¿Qué consejo le darías a alguien que está considerando una carrera en medicina después de leer tu libro?
Mi principal consejo es que, más allá de los conocimientos y habilidades técnicas, la medicina requiere ser, ante todo, una buena persona. La capacidad de escuchar, de ponerte en el lugar del otro, de mostrar empatía y humildad es esencial. Ser médico no solo significa tratar enfermedades, sino acompañar a las personas en sus momentos más vulnerables. Si quieres ser médico, primero debes cultivar tu humanidad. La medicina no se trata solo de sanar cuerpos, sino de cuidar almas. Si tienes un corazón dispuesto a ayudar y a aprender, la medicina será una de las profesiones más gratificantes, pero también más exigentes, de tu vida.
¿Cómo ha sido la reacción de tus colegas y pacientes hacia el libro?
La reacción ha sido muy positiva. Mis colegas se han mostrado sorprendidos y entusiasmados por conocer la perspectiva personal detrás de la pandemia, especialmente aquellos que estuvieron en primera línea. Los pacientes también han agradecido el libro, sintiéndose más conectados conmigo al ver sus propias vivencias reflejadas en él. Ha sido una forma de compartir lo que vivimos juntos, honrando a cada uno de los que formaron parte de esa experiencia.
¿Tienes planes para seguir escribiendo en el futuro?
Sí, la saga continúa. «En el ojo del Huracán» es el segundo libro, y ya estoy trabajando en el tercero, que será el último de la trilogía. Este último se enfocará en la salud mental y el estado nutricional post-pandemia, explorando cómo nos hemos visto afectados y cómo estamos adaptándonos a la nueva normalidad. Espero comenzar a escribirlo en breve. La saga comenzó con «Nuestra situación actual», que abarca los tiempos previos a la pandemia, y con este segundo libro se narra nuestra experiencia durante la crisis. Ahora, con el tercer libro, quiero ofrecer una reflexión sobre cómo la pandemia ha impactado nuestra salud mental y nuestros hábitos nutricionales.
¿Qué cambios crees que son necesarios en el sistema de salud después de la pandemia?
La pandemia puso en evidencia muchas debilidades estructurales del sistema sanitario. Es urgente reforzar la atención primaria, invertir en salud mental y asegurar recursos materiales y humanos estables. Además, necesitamos un modelo más flexible y humano, que dé valor al trabajo de los profesionales y que sitúe al paciente en el centro, más allá de protocolos y cifras. La salud debe dejar de entenderse como un gasto y pasar a ser vista como una inversión prioritaria.
¿Qué te ha mantenido motivada y positiva durante los momentos más duros de la pandemia?
La convicción de que incluso en el caos, ayudar tiene sentido. Saber que cada gesto, cada palabra y cada acto de cuidado podía ser un punto de anclaje para alguien. Me sostuvo la humanidad que aún brillaba entre tanta incertidumbre, y la necesidad de dejar constancia de lo vivido para no olvidarlo. Porque contar lo que pasó también es una forma de sanar.